Los trabajadores no tenemos nacionalidad
“El dinero de los países ricos viaja hacia los países pobres atraído por los jornales de un dólar y las jornadas sin horarios, y los trabajadores de los países pobres viajan, o quisieran viajar, hacia los países ricos, atraídos por las imágenes de felicidad que la publicidad ofrece o la esperanza inventa. El dinero viaja sin aduanas ni problemas; lo reciben besos y flores y sones de trompetas. Los trabajadores que emigran, en cambio, emprenden una odisea que a veces termina en las profundidades del mar Mediterráneo o del mar Caribe, o en los pedregales del río Bravo”
Eduardo Galeano
Foto producto de las acciones que realizan las personas estudiantes y docentes del
TCU Migra-acciones (723) de la UCR
La noticia de un padre y su hija muertos a orillas del río Bravo (frontera de Estados Unidos y México) no forman únicamente una estadística. Son la cara más cruda de la persecución del capitalismo a las personas trabajadoras migrantes.
La migración siempre ha existido. Es parte de la cotidianeidad de la humanidad. Las personas van y vienen. Sin embargo, con cada crisis capitalista que impacta el mundo, las oleadas de personas que emigran aumenta. Actualmente a niveles nunca vistos.
Las guerras por intereses políticos y nuevos mercados en Oriente Medio y África: sostenidas por los países imperialistas; las crisis económicas y políticas en América: fruto de políticas de gobiernos serviles a los organismos internacionales, que se enriquecen junto a los grandes empresarios a costa de empobrecer cada vez más al pueblo, son los causantes directos de estas oleadas de emigrantes.
En datos de la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR), en 2018, 70 millones de personas alrededor del mundo fueron expulsados a raíz de la violencia, física y política, que ejerce el sistema capitalista sobre la clase trabajadora. La mayoría de estas personas huyen de las guerras en Medio Oriente y África. Guerras que no son suyas, son de quienes tienen intereses. Así, millones de sirios, afganos y sursudaneses se ven obligados a abandonar sus países; sin embargo, no podemos olvidar a las miles de familias hondureñas, salvadoreñas, venezolanas y nicaragüenses, que huyen de las políticas de hambre impuestas por el imperialismo y seguidas al pie de la letra por sus respectivos gobernantes. Todas estas personas abandonan sus países de origen y emprenden travesías llenas de peligros, en busca de solamente la subsistencia.
Represión y puertas cerradas
Los miles de centroamericanos que emprenden un viaje a pie de más de 3 mil kilómetros a Estados Unidos, en su camino deben sobrevivir al hambre, a los peligros de la pobreza y la violencia. Si llegan a México se encontrarán a más de 20 000 efectivos entre Guardia Nacional y Ejército de México destinados solamente a detenerlos. En caso de lograr evadir las fuerzas armadas mejicanas, tendrán que jugarse la vida y la libertad ante la represión del gobierno estadounidense y sus políticas xenófobas.
Situación similar viven los migrantes pobres en todo el mundo. En España se encuentran con una valla que divide África de Europa. La continua oleada de migrantes que mueren en las costas europeas aumenta cada día. Las políticas de puertas cerradas y represoras ante los migrantes pobres llegan al punto de detener a los propios europeos que ayuden a estas personas.
Sin embargo, todos los gobiernos que se niegan a recibir refugiados, todos quienes oprimen a las personas por razón de su nacionalidad y su clase, no dudan un segundo en colaborar con los grandes ricos, con sus inversiones y como en el caso de nuestro país, hasta con políticas fiscales que perdonan el no pago de impuestos. Cuando se trata de ricos y empresarios, no importa la nacionalidad.
Para el gobierno de Trump, los miles de trabajadores que, son obligados a escapar de sus países por la violencia y la pobreza impuestas por el sistema, son terroristas y traficantes. Mientras en Europa, se acusa a la capitana de un barco alemán que rescató a 40 migrantes africanos en el mar mediterráneo de cometer un acto de guerra por llevar a estas personas a puerto.
Costa Rica: mano de obra barata al servicio de los empresarios.
Si bien, el discurso en pro de los derechos humanos del actual gobierno del PAC, por medio de Carlos Alvarado se desprende como una de sus principales propuestas, la realidad es diametralmente opuesta. En general, el tema de opresiones (mujer, diversidad o migrantes) ha sido utilizado como letra de cambio. Solamente lo defiende a capa y espada cuando se trata de defender a los altos mandos de su gobierno o brindar ventajas al sector empresarial. En los hechos, los avances son pocos, insuficientes o nulos.
En Costa Rica, es llamativo el caso de los trabajadores migrantes nicaragüenses. Se calcula que cerca del 10% de las personas que viven en nuestro territorio son extranjeras. De este porcentaje, para 2017, el 77% eran nicaragüenses, es decir, aproximadamente medio millón de personas, según el Diagnóstico de Contexto Migratorio 2017 de la DGME. Cabe destacar que el total de migrantes en Costa Rica, dan a la economía aproximadamente el 13% de la producción nacional, es decir, vienen a trabajar.
Aproximadamente el 60% de las personas nicaragüenses en Costa Rica, se dedican a algunos de los trabajos más explotados: agricultura 16.6%, industria 10.8%, construcción 16.7% y trabajos del hogar 15,7%. Es decir, son trabajadores que ocupan puestos no calificados o semicalificados. En estas labores es totalmente normalizado, pasa bajo total conocimiento del Estado que quienes trabajan en el campo, la construcción o en hogares, mayoritariamente no reciben el salario mínimo, derecho a la salud (no cuentan con seguro social) ni aguinaldo. Ni hablar de riesgos del trabajo o salud ocupacional.
Ante las oleadas de extranjeros que huyen de sus países, el gobierno no ha tenido una política clara, de puertas abiertas y de legalización del estatus migratorio de estas personas. Se hace de la vista gorda, permite que caigan en manos de los empresarios que utilizan la mano de obra en condiciones de pauperrimas.
Ejemplo claro de los intereses pro empresariales de la clase política, a pesar de conocer plenamente esta situación de semi esclavitud laboral; a finales del año pasado, el gobierno costarricense firmó, mediante el Combo Fiscal, la amnistía tributaria de entre c2250 a c6000 millones de colones a empresas piñeras, según denuncia de FECON. De las beneficiadas, son las menos quienes respetan la legislación laboral y algunas incluso tienen demandas laborales por incumplimiento de los derechos mínimos.
Los números son claros y las políticas también. Costa Rica se jacta porque no hace distinción entre trabajadores nacionales o migrantes. Esto se pone en tela de duda al analizar el párrafo segundo del artículo 60 de la Constitución Política, pues prohíbe que los extranjeros dirijan sindicatos. Quizá por miedo a la cultura de lucha y capacidad de organización que podrían mostrar y mostraron en la primera mitad del siglo XX.
Sin embargo, en cuanto a las leyes laborales mínimas, todos tenemos los mismos derechos: aguinaldo, salario mínimo, vacaciones, feriados, horas extra y demás derechos. A pesar de esto, más de medio millón de trabajadores, sean ticos o no, no reciben salario mínimo, hay miles que no cuentan ni con la garantía constitucional de acceso a la salud. Esto no se debe a un asunto de nacionalidad. Es cuestión de clase.
Al gobierno o a los empresarios no les importa si a quienes explota son nicaragüenses, ticos o venezolanos. Lo único que ven es mano de obra barata. Lo mismo ocurre con cualquier trabajador en todo el mundo.
La única forma real de enfrentar la precarización laboral es dejando de lado las diferencias impuestas por la clase que nos domina y gobierna. Debemos entender que las diferencias de género, identidad, raza o nacionalidad tienen una función específica: de dividirnos como clase trabajadora. Solamente mediante la organización obrera, donde sin importar la nacionalidad, las y los trabajadores luchemos hombro con hombro, juntos, podremos darle un giro a la realidad que no hace otra cosa que explotarnos.
Lic. Luis Brenes Sancho
Abogado del SINDEU